Nervioso empate entre Girona y Tenerife en la ida de la final del playoff por el ascenso a Primera. Como es común en este tipo de citas, hubo poco fútbol, pocas ocasiones de gol y demasiada tensión. E, inevitablemente, todo se resolverá en el Heliodoro el próximo domingo.
Si uno paseaba por las inmediaciones de Montilivi en las horas previas del encuentro podía ver a un pueblo ilusionado.Su equipo, el Girona, pese a finalizar el campeonato liguero en sexta posición, había acabado con el principal aspirante al ascenso en este playoff, el Eibar. Con el incombustible Stuani siendo el artífice de aquella gesta, el sueño de volver a Primera tres temporadas después del descenso estaba cerca, a tan solo dos partidos ante un Tenerife que llegaba a esta final tras eliminar a Las Palmas.
La hinchada inundó los 13.500 asientos del estadio, cantó el himno a capela y estalló en júbilo cuando los suyos salieron al verde.Y, como no podía ser de otra forma, los de Míchel comenzaron el partido invadidos por la euforia, mordiendo en la presión a un pausado Tenerife y dotando al partido de un ritmo impropio de una cita tan decisiva. Sin embargo, salvo el buen mediocampista Iván Martín, la imprecisión dominó el ataque local en los primeros compases de juego.A veces, las ganas excesivas de llegar a la meta se vuelven en tu contra.
En frente, en los isleños reinaba la mesura. Aguantaban agazapados, medían esfuerzos y la portería de Soriano no recibía ni un ápice de peligro.Además, la verticalidad de Bermejo asustaba a la adelantada defensa local. Tuvo que ser Baena, una de las revelaciones de la categoría de plata este curso, quien rompiera la tranquilidad en la defensa azul.En el minuto 38, el joven internacional sub-21 recibió un preciso pase al espacio de Aleix García, supero en velocidad a León y, en el mano a mano, Soriano adivinó sus intenciones.Era el primer disparo a puerta del partido, el Girona avisaba.
A la vuelta de vestuarios, el relato no varió su guión.El Girona movía rápido la bola, pero en los metros finales era un equipo impotente. Mientras tanto, en el choque ocurrían pocas cosas y el Tenerife era feliz en el inmovilismo: jugarse el ascenso a un partido en el Heliodoro era un plan idílico para ellos. Y así, como había sido diseñado por los visitantes, la primera manga de la final por un lugar en la Liga murió sin grandes sobresaltos.
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