La legislatura de Colau agoniza mientras Barcelona sigue en una constante decadencia. Una decadencia ya no solo de las calles y de la imagen de la ciudad, sino también de la vida institucional. Las últimas imputaciones de la alcaldesa Colau demuestran que el poder no solo desgasta, sino que también corrompe. Desde la alcaldÃa ha hecho literalmente lo que ha querido: repartir subvenciones a entidades amigas, coaccionar a un fondo inmobiliario y ceder locales a okupas sin ningún tipo de pudor. Colau colecciona ya dos imputaciones que son dos manchas negras para Barcelona. Es inexplicable que un partido polÃtico, que dice ser el garante de la transparencia y de la ética en polÃtica, se haya convertido en casta en tan solo ocho años. El ejercicio de transformación es muy sorprendente. VenÃan a cambiar la polÃtica y han adquirido lo peor de la polÃtica.
Los reveses para Colau no cesan. Ahora ha tenido que anular cinco multas a un fondo inmobiliario. Cuando haces populismo, a veces la Justicia te para los pies. No se puede jugar con la legalidad y la propiedad privada. Pero no todo se queda ahÃ, Colau también ha aprovechado la pandemia para aumentar su opacidad en la gestión de los recursos públicos. Ahora sabemos que la alcaldesa gastó un 10 por ciento del presupuesto extraordinario de la pandemia en chapuzas del urbanismo táctico. Más de ocho millones que no se dedicaron a comprar mascarillas, sino a estropear la ciudad mientras el resto de la ciudadanÃa estaba en casa. En la asignatura de comprar suministros durante la pandemia también suspende, ya que Colau compró los guantes y el gel hidroalcohólico más caro de todos los ayuntamientos de España. ¿Cobraron comisión?
Y mientras tanto, los carteristas siguen actuando sin freno en el metro de la ciudad y aumentan las agresiones sexuales más de un 80 por ciento. La casta tiene que salir del Ayuntamiento de Barcelona, y ahora la casta se llama Colau.
Josep Bou es presidente del PP en el Ayuntamiento de Barcelona
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